El 25 de septiembre de 2010 volvimos a Argentina, procedentes de nuestra gira por Paraguay, pero nos quedamos en Corrientes; pues ahí también había un festival de cuenteros, la extensión del festival Te Doy Mi Palabra, que coordina el narrador argentino Claudio Ledesma.
Compartimos escena con Jose Miguel, Javier Escudero y Miguel Fo de España, Juan Carlos Pintos y María Eugenia Márquez de México, Javier Cevallos de Colombia, Claudio Ledesma de Argentina y Elvia Pérez de Cuba. Hicimos funciones en escuelas, colegios, cárceles, centros para jubilados, plazas y teatros. La gente de Corrientes es muy amable y muy agradecida.
Fer y yo que apenas empezábamos a sumarnos a este equipo de trabajo, que venía de otras ciudades, sentimos el ambiente de camaradería y buena energía, cosa que agradecimos y disfrutamos.
Después de Corrientes partimos a Posadas a seguir con el evento de cuenteros y allí nos encontramos con tres amigos más: Griselda Rinaldi, la anfitriona y coordinadora de esta parte, Alicia Perrig de Córdoba, una mujer muy dulce y con unos ojos hipnotizantes y Monchi Zonis de Entre Rios, a quien se le quiere después de media hora de conocerlo.
Tuvimos la oportunidad de visitar las ruinas de una de las Misiones Jesuiticas, (doloroso episodio de la historia colonizadora, que incluso fue llevado al cine, mediante la película La Misión) y allí también hicimos una función para escuelas primarias.
Pero lo que definitivamente no voy a poder describir (sin restarle importancia a las demás experiencias vividas), es la sensación que tuve cuando estuvimos en las cataratas de IGUAZÚ. Sencillamente porque no alcanzan los adjetivos; no hay suficientes palabras para describir lo que se siente al estar ahí, ante la grandeza de la obra de Dios con la naturaleza. Coincidió nuestra visita con el cumpleaños de Fernando y yo creo que estar ahí fue un regalo de la vida.
Es imposible explicar como puede ser que desde el principio de los tiempos haya agua cayendo en ese lugar y de manera constante. La imagen más impactante está en las cataratas que conforman “La garganta del diablo”: varias caídas de agua que se juntan y forman un remolino enorme. Da la sensación que el agua que cae ahí se va a un agujero que tiene la tierra y no que sigue su curso hacia el rio Iguazú inferior, que es lo que realmente ocurre. Además impresiona ver que cientos de pajaritos tienen sus nidos detrás de las cataratas, es decir que atraviesan las caídas de agua para entrar a sus casas.
El momento más emocionante es cuando se está de pie frente al salto de las “dos hermanas” y las olas mojan por completo al que contempla desde una plataforma la caída de estas dos cataratas. Y los momentos más tiernos suceden cuando se forman arco iris que se desvanecen con la rapidez del pestañeo.
El cerebro humano no tiene la capacidad suficiente para plasmar con palabras lo que se ve y se siente al entrar al parque nacional Iguazú. Cuanta magia, cuanta grandeza, cuanta belleza, todo en el mismo lugar y accesible para el espíritu humano. Lo que se vive allí no se puede guardar ni en una foto, ni en un vídeo. Calculo que se almacena en el subconsciente y pienso usarlo de reserva para cuando me encuentre en situaciones menos afortunadas.
Después de recorrer las Cataratas de Iguazú volvimos a Buenos Aires, pero no por mucho tiempo porque de ahí partiríamos rumbo a Viedma, en la Patagonia Argentina y con las mismas maletas después tendríamos que enfilar otra vez hacia el norte del país, pero esta vez a la zona Nor Oeste: Tucumán, Salta y Jujuy.
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